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Recuerdo de Raul "Warren" Gómez

Domingo 29 de abril de 2007, escrito por Eduardo Carrasco Pirard

El texto que publicamos a continuación, fue escrito por Eduardo Carrasco en homenaje a Raúl Gómez, viejo cómplice y compañero de aventuras de Quilapayun y de la Nueva Cancion Chilena en general. Las fotos que acompañan el texto nos fueron amablemente facilitadas por Luis Hernán Gómez, integrante de Quilapayun


Se murió el Warren. Esta frase que parecía que nunca íbamos pronunciar, es
expresión ahora de una triste realidad. El Warren parecía inmortal. Era
tanta su modestia, su bonhomía, su generosidad, que uno lo veía como un
eterno niño, que andaba sobrevolando en medio del mundo, completamente
ajeno al dolor, a la tristeza y a las lágrimas. Y por lo tanto, también
ajeno a la muerte que ahora tristemente se lo lleva.

Recuerdo muy bien la primera vez que vino a mi casa. Era una de esas
fiestas de año nuevo, que en los primeros años de vida del Quilapayún,
todos pasábamos juntos. Carlos Quezada lo invitó a nuestra celebración.
Ambos eran ciudadanos de la República de Puente Alto y habían tenido
juntos no me acuerdo qué aventuras musicales. Con su ingenuidad
característica, Raúl nos habló de su afición a la música y de su
frustración, porque tras largos años de estudio, había decidido
abandonarla. Nos contó que había comenzado sus estudios de contrabajo con
un profesor del Conservatorio que al principio se había mostrado muy
amable con él. Al cabo de algunas semanas, y sin que él pudiera entender
su actitud, notó que el profesor lo rehuía. El Warren llegaba puntualmente
a su clase, pero no encontraba al profesor en la sala. Lo buscaba por todo
el edificio y cuando lograba encontrarlo, siempre notaba en él actitudes
huidizas. Un día lo encaró y le preguntó qué le pasaba. Y el profesor
finalmente se sinceró con él: “Mire”, le dijo, “yo he hecho todo lo
posible para enseñarle a tocar este instrumento, pero usted tiene tan mal
oído, que me resulta un suplicio escucharlo tocar. Por favor, no sea cruel
y abandone la música, porque si no, me va a hacer odiar mi trabajo”. Ante
una declaración tan franca, a nuestro amigo no le quedó otra cosa que
dejar el contrabajo y decidirse a proyectar su vida hacia otros destinos.

Nos contó, además, de donde venía su sobrenombre. Como había encanecido
prematuramente, sus amigos le habían puesto “Guarén”. Pero al cabo de un
tiempo, se habían apiadado de él y para darle un tinte anglosajón a la
idea original, lo habían bautizado como “Warren”. Escucharlo contar estas
historias, de las que, por supuesto, todos nos reíamos a carcajadas, lo
transformó en un infaltable en nuestras reuniones.

Y el destino se encargó de devolverlo a la música, esta vez no como
intérprete, sino como productor y manager, que fue lo que hizo durante el
resto de su vida. Cuando lo conocimos, su existencia seguía otros rumbos:
se había especializado en hacer trajes de hombre rana, que necesariamente
deben ser hechos a medida, y trabajaba en un conocido comercio de esta
especialidad, Aqua Lung, que no sé si existe todavía. Allí, junto a 4 o 5
operarios ocupaba su tiempo, tomándole las medidas a los clientes,
cortando las telas y pegándolas cuidadosamente para que no perdieran su
impermeabilidad.

Eso hacía el Warren cuando lo conocimos. Como en esa época andábamos
intentando hacer proselitismo político con todo el que se pusiera delante
nuestro, un día lo convencimos de que era un escándalo que no se hubiera
formado un sindicato en su taller, y como nuestros argumentos parecen
haber sido muy contundentes, finalmente se decidió a seguir nuestras
indicaciones, con el triste resultado de que él fue despedido y quedó sin
trabajo. Nos sentimos tan culpables, que le ofrecimos ayudarnos a
organizar nuestros conciertos, y como él tenía el maravilloso talento de
meterse en cualquier lado y con cualquiera sin el menor complejo,
consiguiendo cosas que a cualquiera de nosotros le hubieran sido
imposibles de obtener, rápidamente se transformó en nuestro representante.
Y es que el Warren tenía esa valiosísima cualidad de andar por el mundo
como Pedro por su casa: todo era natural para él y como le encantaba
contar o escuchar historias, rápidamente entablaba conversaciones con
cualquiera que encontrara en su camino, fuera este, un humilde campesino
finlandés, un político francés de talla o el mismísimo Sha de Persia.
Todos sucumbían ante su simpatía y su curiosidad.

Pero también se le ocurrían buenísimas ideas. Una prueba de ello es que
inventó los famosos “chupetes” para promocionar nuestros conciertos. Se
trataba de afiches colgados a ambos lados de los árboles y que él mismo se
encargaba de poner a lo lago de las calles cercanas a los teatros donde nos
presentábamos. Así podía poner y sacar los afiches y no necesitaba de una
reimpresión completa para lograr el efecto publicitario. La primera vez
que usó este método, tuvimos un resultado sorprendente. Fue en el teatro
Marconi, en Providencia, y el éxito fue tan grande que tuvimos que
prolongar nuestros conciertos una semana completa. A partir de esa
experiencia, los “chupetes” se transformaron en su arma mortal y creo que
a partir de ese momento nunca más tuvimos un teatro a medio llenar.

Muy rápidamente, su talento como organizador de espectáculos se abrió al
trabajo con otros artistas, y gracias a su labor y a sus relaciones pudo
formarse la empresa ONAE, que jugó un papel de principal importancia
durante el período de la Unidad Popular. Desde allí organizó conciertos
con los principales artistas de la época, los Illapu, los Intis, los
Parra, los Blops y giras con las agrupaciones artísticas cubanas que
visitaban entonces el país: la orquesta Aragón, Omara Portuondo, Carlos
Puebla
, y otros. Este último llegó a ser un entrañable amigo suyo y hasta
se alojaba en su casa cuando visitaba Chile. Carlos, por su intermedio,
nos enviaba sus canciones. Una de ellas se transformó en un clásico de
nuestro repertorio: “Soy del pueblo”.

El 21 de agosto de 1973 tomamos juntos el avión que nos llevaría a Europa.
La verdad es que no necesitábamos su presencia, porque toda la gira estaba
ya organizada y varios amigos nuestros que vivían en el extranjero se
ocuparían de ultimar los detalles en los países donde tendrían lugar los
conciertos. Pero su trabajo con nosotros durante todos esos años había
sido tan exitoso y había tenido tan pobres retribuciones que a mí se me
ocurrió invitarlo a venir como una especie de premio. Ese viaje fue
providencial, pues además de alejarnos a ambos de las garras de la
dictadura, nos permitió rearmar nuestra vida lejos del horror que vivieron
la mayoría de los chilenos que habían tenido compromisos con el gobierno de
Salvador Allende. Cuentan que varias personas sufrieron torturas, debido a
que en la imaginación paranoica de los militares, el nombre de Warren se
había transformado en un peligroso funcionario que desde las sombras movía
todos los hilos del espectáculo durante el período de Allende. Querían
saber su nombre y si lo hubieran encontrado, su persona probablemente
habría engrosado la lista de las víctimas de la dictadura.

Pero nosotros estábamos ya muy lejos de todo eso. En Francia nos
instalamos juntos y el Warren, su mujer y sus hijos fueron durante el
largo exilio, parte de esa verdadera familia que formamos los Quilapayún
durante todos esos años. Habitábamos todos en la famosa “Tour Z” de
Colombes y nos acompañamos y nos apoyamos mutuamente en ese tiempo, que
sin duda para todos los que lo vivimos, forma parte de uno de los periodos
más hermosos de nuestra existencia. Fueron años de compañerismo, de
generosidad, de amistad verdadera, en los que nos teníamos los unos a los
otros, cuando faltaba algo en la casa, cuando se enfermaba un niño, cuando
había que celebrar un cumpleaños, una pascua, un matrimonio o cuando había
que salir a cantar, a grabar o a ensayar. El Warren seguía haciendo
diferentes trabajos para nosotros, nos acompañaba en las giras, se
preocupaba ante los organizadores de los espectáculos de que todo
estuviera en orden, chequeaba las luces, el sonido y hasta vendía nuestros
discos a la salida de los conciertos. Era imprescindible y se las arreglaba
para entenderse, parloteando un francés que jamás se encontrará en los
diccionarios. Si no podía ser músico, al menos vivía con nosotros como si
lo fuera, y desde detrás del escenario era un apoyo fundamental para que
todo saliera a la perfección.

Tenía un hobby que cultivó durante toda su vida, la fotografía, trabajo
que lo hizo atesorar momentos excepcionales. Algunas de sus fotos se
exhibieron no hace mucho en el Centro Cultural Palacio de la Moneda. La
principal de ellas es un retrato de su familia con Salvador Allende. El
Presidente iba en su auto dirigiéndose hacia el centro y se detuvo justo
frente a la casa del Warren. Nuestro amigo, que estaba junto a su familia
en la puerta de su casa corrió a pedirle que por favor se sacara una foto
con ellos. Allende accedió, se bajó del auto y entre risas se sacaron la
foto. En su legado de fotos debe haber muchas extraordinarias y es de
esperar que alguna vez podamos verlas exhibidas en una exposición.

Durante toda su vida en el exilio, luchó consecuentemente y con todos los
medios de que disponía porque volviera la democracia a nuestro país. A
través de la venta de discos juntaba dinero para enviarlo al “interior” y
se puso siempre a disposición de las fuerzas políticas para hacer todo lo
que se le pedía, haciendo de mensajero, de organizador de actos, de
acompañante, de productor y hasta de maestro de ceremonias. Su sencillez
lo hacía uno de los personajes más queridos del exilio en Francia.

Después vino el retorno, que no ha sido fácil para nadie y en especial
para él, que tuvo que adaptarse a nuevas situaciones en las que nunca se
sintió muy a gusto. Le costó instalarse en Chile y vivió bastantes
pellejerías para lograr salir adelante con sus hijos, que actualmente son
todos profesionales exitosos. Nunca dejó de estar presente en nuestros
conciertos. El gran acto de conmemoración de los 30 años de la muerte de
Allende, en el que todos revivimos muchas de las grandes emociones que nos
habían conmovido en el pasado, fue un momento especial para él. Se hubiera
dicho que por fin encontraba de nuevo la veta que le había dado verdadero
sentido a su existencia. Lo vimos feliz, lleno de fuerza, tomando
iniciativas, dando ideas, dispuesto a ser de nuevo uno más en nuestra
aventura. También lo vimos iluminado en los conciertos “Inti Quila” y en
su colaboración con Alfredo Troncoso, organizador de esos espectáculos.
Pero todas esas cosas no eran suficientes como para traer de nuevo esos
felices años del pasado.

Hace pocas semanas estuvo en mi casa. Nos sentamos a conversar alrededor
de un “tecito” y me contó en detalles toda su historia de relaciones con
el Casino de Montecarlo, que yo desconocía. Además de lo entretenido de
escucharlo, se comprendía de inmediato que solo al Warren podría haberle
pasado una cosa así, la de transformarse en el proveedor de la orquesta
cubana del espectáculo, lo cual suponía mantener relaciones de absoluta
confianza con las instituciones artísticas cubanas - que no es cosa fácil
de lograr - y a la vez, la de contar con la confianza de los Gerentes del
Casino más renombrado en el mundo por la rigurosidad y el buen estilo de
sus shows. Me lo imagino vestido con su mejor traje, instalado en alguna
mesa alejada del escenario, vigilando que todo saliera como él lo había
programado y escuchando atentamente esa música que él no podía tocar, pero
que no habría llegado a ese lugar sin su trabajo. Esos fueron, sin lugar a
dudas, los momentos más gloriosos de su vida, momentos que lamentablemente
en Chile no pudo volver a vivir. Las cosas cambiaron demasiado y siguieron
un rumbo en el que el Warren ya no pudo cumplir más ese rol protagónico
que había logrado tener en el pasado en el mundo del espectáculo.

Su funeral fue absolutamente original y hecho a su medida, respondiendo
exactamente a lo que él hubiera querido. Dentro del cortejo, tal como a
veces se ve en los funerales de Nueva Orleáns, el “Parquímetro” con su
trombón y un trompetista cubano, caminaban interpretando una canción de
popular solemnidad. Marchábamos todos lentamente y profundamente
conmovidos con la idea imposible de que el Warren estuviera muerto y de
que todos estuviéramos participando en su funeral. Llegamos finalmente al
sitio donde estaba preparado todo para su despedida y donde se encontraba
la mayor parte de la gente. Y ahí tuvo lugar algo emocionante; varios
artistas se hicieron presentes: los Intis, Manuel García, unos
percusionistas cubanos, Juan Carvajal, Tati Penna, todos presentados por
Miguel Davagnino. Se cantó, se hicieron recuerdos, y hasta se bailó un
tango junto al ataúd. Todos pasamos de la alegría a la pena, de la risa a
las lágrimas, en una ceremonia que a veces era fiesta y a veces funeral.
Las palabras de Consuelo, su mujer y de Fernando, uno de sus hijos, fueron
desgarradores testimonios de dolor, pero también de intenso e imborrable
amor. Porque así como nosotros lo quisimos como amigo, su mujer y sus
hijos lo quisieron como esposo y como padre y eso sí que genera lazos
definitivos. Su familia fue ejemplar, la buena onda del Warren lo hizo un
esposo amante, fiel y lleno de devoción hacia sus hijos a quienes quiso
más que a nadie.

Algunos que creen en la otra vida se consolarán diciéndose que el Warren
estará ahora organizando conciertos o contándole historias de los vivos a
Víctor, al Willy, a la Maju, a la Rayén, a Lucho y a Sergio, que se fueron
antes que él. Yo creo que en este caso no es necesario recurrir a este tipo
de consuelos, porque Raúl fue un hombre feliz, porque su vida fue plena y
porque cuando se tiene una vida plena no se necesitan otras para
justificarla. No conozco a nadie que se haya definido como enemigo suyo, o
que se haya sentido pasado a llevar por él, o que tenga un reproche que
hacerle. Nadie. Fue intensamente amado por su mujer y por sus hijos y fue
también querido y respetado por sus amigos. Si el Warren se ha muerto, es
en realidad porque a todos nos pasará lo mismo y porque la muerte no tiene
contemplaciones con los seres humanos. A ella no le importa cómo fue el que
se lleva; simplemente se lo lleva, porque ese es el destino final de todo
ser humano. Hay que llorarlo, hay que sentirlo y hay que volver de nuevo
la mirada hacia los que se quedan vivos, porque eso es lo que él nos
hubiera pedido y lo que a nosotros nos corresponde hacer. Los que lo
conocimos, lamentamos fuertemente su pérdida y los que no lo conocieron se
perdieron la presencia de alguien que hubiera pasado por sus vidas, tal vez
fugazmente, tal vez durante años, dejando un dejo de alegría que solo los
hombres buenos pueden dejar. No fue egoísta ni indiferente, solo amó a la
música y a los artistas y les consagró su vida y su alma de niño,
iluminando con su luz tenue, pero definitiva, nuestra vida y nuestro
corazón.

comentarios

  • Conmovidisimas gracias a Eduardo Carrasco Pirard por su texto.

    Es un exactísimo y maravilloso retrato de nuestro Raùl como lo conocimos y querimos con mi familia en Colombes hasta nuestra despedida en el aeropuerto Charles de Gaulle.
    Despedida que ya fue llena de tristeza y, a la vez,de alegría (ya que se habia acabado la dictadura).

    Puesto que se cuentan lindas anécdotas de su vida (aùn que me este costando lagrímas en este mismo momento) contaré como nos conocimos un dia de 1974, pocas semanas despues de su llegada a Francia.

    En preambulo tengo que decir que tuve la gran suerte de vivir 3 meses en Chile para una practica siendo estudiante. Eso era en julio, agosto y setiembre 1968!!! (En Peñaflor !).
    Así pude conocer y apreciar profundamente el pueblo Chileno que en todas circunstancias me manifesto puro cariño en cual sea el medio social.

    Entonces, la única vez que fuí a un hospital para una operación en 1974, me subieron a la habitación, aùn aturdido con la anestesia.
    Ni siquiera habría podido abrir los ojos.
    Así, me habían colocado en una pieza común con dos otros pacientes.
    Y yo entre las nubes del "Pentotal" me acuerdo que escuché una voz que chapurriaba frances con un acento chileno imposible de confundir.
    Imaginense entonces que ese semi-cadáver desconocido que yo era, empieza, con voz pausadísima de ultra-tumba : "Tu eres Chileno,¿ verdad? ¿Qué cosa màs triste lo que a pasado en Chile ? ¿como ha podido ser que un pueblo tan bueno haya podido llegar a tales violencias ? » Etc.
    En las circunstancias aquellas, yo no podía ser más sincero....Es cierto...

    Desde aquel momento, fuimos amigos para toda la vida (y más).
    Tiempos despues, el contaba hasta que punto el se conmovió al escucharme : en dos camas vecinas, uno medio muerto hablando y otro llorando a cálidas lágrimas !!!

    Ese otro era Raúl.
    Y desde entonces: fuimos como familia.

    Lo que dices de las épocas veraniegas de Monte Carlo, me recuerda los días alegres que pasamos juntos entre las dos familias. Y el pasando las noches con el conjunto Cubano.

    ¡Felices somos todos los que lo hemos conocido !

    Solo hoy, Primero de Mayo, me he enterado de su fallecimiento. Y (¿casualidad?) hace un momento en la radio FIP de Paris por Internet han dado Los Quilapayun y los Inti Illimani a continuación. ¡Tremenda emoción!

    Manuel Gonzalez
    (francés "mas chileno que los porotos").

    • soy chilena de la sepa de los 80 cuarentona, que ha estas alturas de nuestras vidas no me importa si el recate de nuestras vivencias del saber de nuestros compatriotas que vivieron al igual que nosotros el desgarro de la pesadilla de la dictadura fascista, la historia del warren no la conocia como muchas otras historias nunca debemos olvidar a los nuestros ni mucho menos hacernos los gansos con lo que paso doy las gracias a Eduardo por contarnos un poquito más de ellos
      un abrazo Marianela Castañeda Leyton

    • Muchas gracias Eduardo, Manuel,

      Por haber escrito unas palabras sobre mi querido papá.
      En nombre de toda la familia Gómez Rovira, GRACIAS.

      Definitivamente la partida de Raúl nos ha significado vivir una pena
      profunda. Un dolor nuevo que jamás habíamos vivido. Se nos murió: “El
      Papá”. Como todos le decíamos en casa: Consuelito, Rodriguito, Gonzalito
      y yo Fernandito, y como el siempre nos dijo con tanto cariño y amor.

      El papá se fue dejando una maravillosa historia familiar, amistosa,
      artística, profesional y humana. Tuvo una gran, gran vida, llena de
      maravillosas anécdotas. Historias marcadas por un difícil exilio en
      Francia y de un tan ansiado regreso a Chile después de 15 años de
      espera. Historias de infancia en Puente Alto, de joven casado en El
      Bosque 440, en el exilio en Colombes, historia de veraneo en Sardeña y
      Bahía Salada, Mónaco, Cuba, sus orquestas cubanas aquí en Chile, Luis
      Uribe, Los Tres Antonios, Alcalde Alejandro Chadwick, sus manzanas, la
      música árabe, el fútbol, acompañar a sus tres hijos a todos los
      entrenamientos y campeonatos deportivos de la vida. Estar en todas las
      tocatas del Gonza, las exposiciones del Rodri y en todos mis estrenos.
      Llevarle el desayuno a la cama durante 42 años a mi madre. Historias de
      incondicionalidad y de profundo amor...

      Su vida fue, ante todo, una historia familiar. Éramos, para el, los
      Gómez por sobre todas las cosas. Nada, nadie estaba antes que nosotros.
      Nunca hubo horario, topes de ningún tipo, problema o impedimento para
      estar allí donde alguno de nosotros sus hijos lo necesitábamos. Hasta el
      último día de su vida fuimos el centro de su corazón. Siempre dijo que
      no hubiera jamás resistido la muerte de alguno de sus hijos. Se dedico
      mil por ciento a nosotros, todos los días de su vida. A nosotros sus
      hijos, a su amante, compañera y esposa, nuestra madre y a sus cuatro
      nietos. Hoy somos su herencia, el nos mostró una maravillosa forma de
      amar. Hoy Rodriguito vive en Valparaíso su historia de amor y familiar
      junto a Ana Maria su esposa y a su hija preciosa Anastasia, Gonzalito
      esta casado con Viví, viven en la Reina y tienen a dos lindos y
      preciosos varones Max, el regalón de Raúl y Tomas. Yo, Fernandito vivo
      todos los días del mundo una historia de amor increíble junto a mi mujer
      Carolina y a mi tesoro Lourdes, vivimos en Providencia. Los tres creemos
      en la familia, en lo que significa, en las fortalezas que hay detrás de
      una familia que cree en el amor, el respeto, el cariño, la
      incondicionalidad, en la generosidad. Raúl, nuestro papá, todos los días
      nos hablaba desde el amor. Nos formo para ser tres hermanos
      inseparables. Siempre nos dijo que no peleáramos, que siempre debíamos
      estar unidos. Hoy no peleamos, nunca hemos realmente peleados entre
      nosotros. Hoy nos queremos y amamos como buenos hermanos Gómez Rovira.
      Raúl sabe que no lo vamos a defraudar jamás. Consuelo, Consuelito esta
      triste. Ella es fuerte, es Rovira, una luchadora eterna pero esta
      cansada y devastada. Triste como nunca la habíamos visto jamás. Pero
      aquí estamos sus hijos, nietos y nueras conteniéndola, apoyándola y
      acompañándola para siempre. Consuelo seguirá viviendo en su casa pero de
      ahora en adelante con un dormitorio exclusivamente para ella en cada una
      de nuestras casas para que llegue cuando quiera. Mama también ha hecho
      todo por nosotros. Sin papá ni mama hoy no seriamos gran parte de lo que
      somos. Tenemos unos papas la raja. Hoy nos toca estar allí como
      verdaderos hijos Gómez Rovira. Como padres de nuestros hijos seremos
      buenos alumnos de esta tremenda escuela Raúl-Consuelo.

      Gracias una vez más. Nosotros estaremos bien, firmes y tan
      enamorados de la vida como lo fue Raúl Gómez Abarca, el Warren.

      Un abrazo.

      Fernando Gómez-Rovira
      actor & director
      (56-9) 257 9191 / Canal 13 (56-2) 630 2324